Una crónica Tierra Culta
¿20 de noviembre como una fecha importante para Caldera? Estamos seguros de que probablemente no le suene nadie. Pero pasó algo: el entonces presidente de la República, Manuel Bulnes, y el ministro del Interior, José Joaquín Pérez, firmaron un Decreto con Fuerza de Ley para fundar la ciudad.
La fecha no tiene ninguna relevancia social, porque todos los calderinos y calderinas tienen clarísimo que el 21 de septiembre es cuando se celebra la fundación de la ciudad propiamente tal. Por ello nos atrevimos a contarte un poco más de su historia, a propósito de esta anécdota histórica. Lo que dice el decreto conocido por todos es:
“Santiago, Septiembre 21 de 1850.”
“N° 228.- En uso de la autorización que por la ley de 21 de noviembre de 1846 se confiere al Poder Ejecutivo para establecer poblaciones en los puertos habilitados para el comercio, y siendo vacantes los terrenos del puerto de la Caldera que se halla en este caso».
En el corazón del desierto de Atacama, donde la aridez domina el paisaje y el cielo azul parece no tener fin, se encuentra Caldera, un puerto que ha sido testigo de hitos cruciales en la historia de Chile. Desde sus días como un centro vital para la minería hasta su renacer como un destino turístico, Caldera representa el espíritu de innovación y adaptabilidad de la Región de Atacama.
Los inicios: un puerto estratégico para la minería
Caldera nació oficialmente el 20 de noviembre de 1850, cuando el gobierno de Chile, en respuesta a las crecientes demandas de exportación de minerales desde Atacama, aprobó la construcción de un puerto que conectara las minas del interior con el océano. Antes de esto, la costa cercana era utilizada de forma rudimentaria para embarcar minerales en pequeños barcos que navegaban a los principales mercados de Europa y América.

El verdadero impulso de Caldera llegó con la construcción del primer ferrocarril de Chile y Sudamérica en 1851. Este ambicioso proyecto, liderado por el empresario estadounidense William Wheelwright, unió Caldera con el mineral de Chañarcillo, una de las minas de plata más ricas del país. La línea ferroviaria de 80 kilómetros marcó un antes y un después en la historia nacional, no solo por su impacto económico, sino también por su simbolismo como un paso hacia la modernidad.
El puerto de Caldera se convirtió en un epicentro de actividad, con barcos cargados de plata, cobre y otros minerales zarpando hacia destinos lejanos. Además, su ubicación estratégica permitió el crecimiento de una comunidad que se nutría de la minería, el comercio y los servicios asociados a estas actividades.

Un lugar de innovación y cultura
Caldera no solo destacó por su importancia económica, sino también por ser pionera en aspectos culturales y sociales. En 1859, fue el escenario de un hecho histórico: el primer telégrafo en Chile conectó Caldera con Copiapó, marcando el inicio de las comunicaciones modernas en el país.
Además, la ciudad desarrolló una rica vida cultural. La influencia de inmigrantes europeos y norteamericanos dejó huellas en su arquitectura, en su gastronomía y en la forma de vida de sus habitantes. El puerto se convirtió en un lugar de intercambio no solo comercial, sino también de ideas y experiencias.
La declinación y el desafío del siglo XX
Con el tiempo, el auge de la minería comenzó a disminuir, y con ello la actividad en el puerto. A principios del siglo XX, la importancia de Caldera como centro exportador decayó debido al agotamiento de las minas y la competencia de otros puertos. Esto obligó a la ciudad a buscar nuevas formas de subsistir, enfrentándose a décadas de incertidumbre económica.
A pesar de esto, Caldera nunca perdió su esencia como un lugar estratégico y lleno de historia. La pesca artesanal y la producción de productos marinos, junto con la llegada del turismo, comenzaron a formar parte de la economía local. Las hermosas playas cercanas, como Bahía Inglesa, y los paisajes desérticos se convirtieron en un imán para visitantes que buscaban disfrutar de la tranquilidad y la belleza natural del lugar.

El renacimiento turístico y cultural
En las últimas décadas, Caldera ha experimentado un renacimiento como destino turístico y cultural. Su historia ferroviaria y minera es preservada en sitios como la antigua estación de ferrocarriles, que hoy alberga un museo que cuenta la rica historia de la ciudad.
Además, las actividades culturales, como festivales y exposiciones, han revitalizado la vida comunitaria y han atraído a nuevas generaciones de visitantes.
Los turistas llegan no solo para disfrutar de las playas, sino también para explorar los paisajes desérticos, donde la flora y fauna sobreviven contra todo pronóstico.
Caldera: un legado vivo
Caldera no es solo un puerto; es un lugar donde la historia de Chile se entrelaza con la vida cotidiana de sus habitantes. Desde la epopeya del ferrocarril hasta los desafíos del siglo XXI, la ciudad ha sabido reinventarse una y otra vez. Hoy, su mezcla de tradición, cultura y belleza natural la convierte en un rincón único del desierto de Atacama, un lugar donde el pasado y el presente coexisten en armonía.
