Editorial

Revista Tierra Culta

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El misterioso legado ritual de los incas en Atacama

Reportaje del año 2021 / En la foto se aprecia de fondo el Volcán Copiapó. 

Por David Ortiz Zepeda, periodista y escritor.

En el mundo del turismo y la prensa se conoce a las cumbres más altas de Atacama como la Ruta de los Seismiles, 15 cumbres cuyas cimas sobrepasan los seismil metros de altura sobre el nivel del mar, pero un aspecto poco conocido es el carácter ancestral de este sector.

Múltiples hallazgos confirman la presencia de adoratorios de altura incaicos, pero ¿qué secretos guardan estos rincones alejados y extremos de Atacama?  Aquí revisamos algunos datos interesantes de este desconocido mundo.

Las culturas andinas rendían culto al paisaje. Las deidades, que se manifestaban a partir de los fenómenos de la naturaleza, eran vitales para la cosmovisión andina.

Lo divino habitaba en los paisajes. De ahí que sitios con geografías especiales se convirtieran en huacas (espacios sagrados), y en ello Atacama adquirió mucho valor, puesto que tiene una geografía muy particular y llena de altas cumbres.

Entre ellas destacan el Volcán Ojos del Salado y el Nevado Tres Cruces en el actual territorio de la Puna de Atacama. En estos sectores se han encontrado diversos vestigios de la presencia de esta civilización. Diversos investigadores han visitado estos territorios buscando restos de la presencia ritual inca, la cual se asocia principalmente a plataformas ceremoniales donde realizaban ritos. Plataformas hechas en piedra.

Miniatura de manta «Unku», elemento sagrado de los incas que se encontró en una miniatura del adoratorio de altura del Volcán Copiapó. Fuente: Museo Precolombino. https://bit.ly/3tgyDVA

En total son 11 adoratorios de altura que existen en las cumbres atacameñas. Jotabeche, Doña Inés y El Potro son de los pocos caracterizados por expertos y de los cuales se rescató evidencia que permite garantizar que eran importantes huacas.

El investigador Carlos González es arqueólogo, está radicado en El Salvador y realiza sus investigaciones en la zona. Él nos explica qué criterios tenían los incas para elegir sus lugares ceremoniales «Yo creo que era principalmente por la visibilidad, la relación con el sol, unos aspectos astronómicos y la visibilidad desde la altura. De ahí venía la elección de ese cerro. Esta tradición es preinca. Lo que hemos encontrado hasta ahora, que son once cumbres con presencia de adoratorios de altura sólo en la región de Atacama».

«Seguramente elegían los cerros por ver algún solsticio, algún equinoccio y múltiples factores como vínculos con el camino del inca, alguna población cercana o la forma misma de la montaña», nos dice Carlos González.

Capacocha, el ritual sagrado 

Uno de los rituales más delicados del mundo inca era la Capacocha, el sacrificio humano. En Atacama existen inicios de que en el Volcán Copiapó y el Volcán Jotabeche, ambos visibles desde el Salar de Maricunga. Según destaca el investigador Ricardo Moyano, allí se excavaron dos plataformas descritas en 1930 por una expedición polaca que llegó a la zona ese año.

En ese mismo lugar una expedición más contemporánea por parte del experto Reinhard, encontraron elementos sagrados como estatuillas y ofrendas. Según Reinhard, esto podría ser indicio de una capacocha, el ritual más importante de la cultura inca.

Quince cumbres de Atacama superan los 6000 metros en su cumbre.

Según rescata en una publicación, el investigador Ricardo Moyano nos cuenta de la investigación de Reinhart: «La arquitectura ceremonial segregada ubicada en una de las precumbres a 5530 msnm, indica que este lugar podría haber sido un centro de peregrinaje menor, de acuerdo a la clasificación de Ceruti (1999).

Estas ascensiones tendrían que haber sido realizadas en los meses de verano cuando la alta cordillera presenta menos nieve y temperaturas más benignas, cercanas a la fecha del solsticio de diciembre, como sugiere Reinhard para las huacas del volcán Copiapó y nevado Jotabeche (1991), donde existen vestigios de una capacocha».

Sin embargo, el arqueólogo Carlos González nos dice «No me atreverìa a decir que es una capacocha. Pueden ser vestigios, o indicios de una capacocha. Si es así, debería ser que hubieran restos humanos, restos de textiles, pero ahí sólo están los restos de estatuillas. Lo seguro es que es un adoratorio, pero no está la evidencia de una Capacocha, con una persona».

«La Capacocha viene del puquino, es posiblemente un término quechua donde Qapac significa real, principal o importante, y qucha como deuda o pecado, es como una ceremonia de ofrenda que tiene que hacerse para restablecer el orden cósmico y social cuando habían hambrunas, pestes, conflictos, con la enfermedad del inca o cuando había sequía. Y por eso se hacía la ceremonia principalmente a Inti».

Niño del Cerro El Plomo. Museo Nacional de Historia Natural.

La Capacocha se hacía sacrificando niños o adolescentes «puros» sin defectos físicos, enfermedades o condiciones que fueran consideradas imperfectas por los cuzqueños. Estas personas jóvenes del imperio Inca se llevaban al Cuzco, donde eran tratados como verdaderas personalidades sagradas. Se les preparaba en términos rituales y luego se iban en peregrinación hacia huacas en distintos puntos del Tawantinsuyo. En  el camino eran recibidos con ofrendas por los pobladores de los distintos territorios.

Generalmente se hacía en grandes cumbres, pero esto no era siempre así. «Por ejemplo en Iquique se encontró una Capacocha en el Cerro Esmeralda. Estaban dinamitando y de repente aparecieron unos cuerpos sacrificados, en un lugar que solo tiene 900 metros de altura».

Desde el extremo norte de Chile se ubican los adoratorios de altura, hasta el Cerro El Plomo de la Región Metropolitana, que es donde se encuentra la primera Capacocha en 1954. Desde ese entonces se han encontrado en las precumbres de las montañas más altas adoratorios de altura de forma principalmente rectangular. Allí se hacían distintas ofrendas, encontrándose estatuas zoomorfas de camélidos. También se han encontrado estatuillas de personas (masculinas y femeninas) de oro, plata y de la concha de un molusco.

«¿Cuál es la relación importante para los incas de la concha de los moluscos?, que para los incas y para todo el mundo andino representan el agua y para ellos son testimonio de fertilidad. Ellos consideraban que los cerros, las montañas era donde nacían las aguas. Entonces por eso eran importantes para los incas, se han encontrado estos adoratorios de altura pero no todos tienen capacochas, a veces tienen restos de vasija, estatuillas, restos de elementos sagrados. Quizás tienen, pero sólo se han encontrado, por ahora,  en dos cerros: El Plomo y Esmeralda».

Guacolda ¿lugar sagrado? 

Al llegar al Huasco por la costa uno se encuentra un humedal hermoso que destaca por su verdor y la gran cantidad de especies de aves que sobrevuelan la desembocadura del Río del mismo nombre.

Pero al llegar al puerto divisamos tras la ciudad las fumarolas de la Termoeléctrica Guacolda y el puerto de la CAP, que exporta hierro y que mantenía la práctica de arrojar restos mineros al agua hasta hace poco tiempo. Este sitio, visible perfectamente desde el parque «Trivilandia», emerge de la costa en una península.

Ahora es una península, pero antes fue una isla y era sagrada. La Isla Guacolda durante la construcción de la termoeléctrica fue testigo del hallazgo de un cuerpo humano rodeado de estatuas de oro y ofrendas destinadas a la Mamacocha en 1994. La entidad sagrada de las aguas. Son indicios, pero falta aún para comprobar. «En su momento pensaron que era un cementerio, pero lo más probable es que haya sido una Capacocha. Yo me atrevería a asegurar que era un adoratorio», nos explica González.

Lo que se comenta en Huasco y que consta en una publicación realizada también por Jorge Zambra, es que en medio de la construcción el saqueo fue total y hubo más de un cuerpo enterrado en la que era hasta ese entonces una isla.

Uno de los obreros de la faena hizo entrega de dos piezas rituales a Jorge, las cuales siguen resguardadas en el Museo Provincial del Huasco y a las que tuvimos acceso. Estas dos piezas, son las únicas que siguen siendo del patrimonio común de la región. El resto fue saqueada.

En la actualidad (este reportaje publicado el 2021) se desarrolla una investigación para caracterizar el adoratorio incaico de Guacolda. De este proceso participan la bioarqueóloga Marcela Urizar, la conservadora Carmen Castells y también el arqueólogo Carlos González.  El trabajo que está en una etapa preliminar con Instituto de Investigación en Ciencia Sociales y Educación de la UDA.

También en el Cerro el Toro, al interior del Huasco, en la cordillera de Alto del Carmen se encontró un cuerpo y una adoratorio de altura. Es probable que se haya tratado de un chasqui, el cual fue hallado por un grupo de montañistas el año 1964. En este lugar también existe un adoratorio de altura.

Exploradores de las montañas y el tiempo

«Yo destacaría el rol de Cristian Peña, quien ha desarrollado un trabajo sistemático de investigación en los cerros sagrados de la zona, así como el de los hermanos Rojas de Diego de Almagro», nos dice Carlos González destacando a estos montañistas modernos que han contribuido al registro y exploración de las cumbres sagradas de los incas en Atacama.

Hoy subir la montaña es dificultuoso, a pesar de la tecnología disponible. Pensar en personas que con tecnologías rudimentarias, basándose sólo en el conocimiento compartido y sus creencias, es alucinante de imaginar.

Álvaro Rojas, de Turismo Atacamensis y coautor, junto a su hermano Gabriel de libro Chasqui que retrata los adoratorios de altura de la zona, nos dice «Algo que mueve a muchas personas en este tiempo, pasa porque 500 años después de que esas montañas fueron ascendidas sigue siendo compleja escalarlas».

Pese a los resguardos y planificación, estar en un lugar tan extremo conduce por caminos cósmicos. «El camino es la meta y lo más interesante en subir un adoratorio de altura no está en la cumbre necesariamente, que ya es majestuoso, sino el llegar y encontrar una construcción. Uno va conversando con el cerro, pidiendo permiso, agradeciendo el poder estar recorriendo esos caminos y estando con otra mente, las cosas han cambiado muchísimo desde entonces», nos cuenta Rojas.

Construcción incaica registrada por los hermanos Rojas. Chasqui.

«No solo en las cumbres está lo más importante, sino también abajo donde podemos imaginarnos el inicio del ascenso, lo ceremonia que tiene que haber sido ese momento. Donde estaban el responsable de la ceremonia, o en el caso de las capacocha, los niños a sacrificar», nos dice Rojas.

El montañista nos cuenta que tuvo la oportunidad de conversar con el expedicionario Reinhart, y éste le comentó que nunca se ha encontrado el tambo que se debió utilizar como refugio para los ascensos.

«Las montañas no las empiezas a subir de una. Siempre necesitas un campamento base, en este caso un campamento base que sirva para guarecer a quienes van a ascender. Ese tambo en la zona del Jotabeche y el Copiapó, siguen perdidos. En el Volcán Licancabur, en San Pedro de Atacama, existe un tambo que se encontró y es súper conocido, pero en el Copiapó no se conoce», nos explica el guía de turismo dieguino.

Durante el trabajo de registro para el libro, los hermanos rojas recorrieron distintos puntos de la Puna de Atacama: «hay un cerro que se lama tronquitos que no es tan alto como el Copiapó, pero en esa cumbre encontramos vestigios que son comunes en los adoratorios como son leñas y pircas. Para nosotros eso fue lo más importante, además del registro en sí».

Para Rojas además, existen vestigios que se perdieron para siempre: «Puede que haya habido una capacocha, pero lo normal es que hayan sido saqueadas. Porque aunque uno piense que las montañas no va mucha gente, desde tiempos antiguos han sido visitadas por mineros, arrieros o buscadores de tesoros, que probablemente hayan huaqueado muchos sitios. En el Volcán Doña Inés por ejemplo, puede que haya habido algo y que nunca lo sepamos. Entonces, tampoco uno podría negarse a pensarlo, pero solo pueden ser indicios para entender si un cerro era importante. Hay rumores, de que podría haber algo».

Por ahora sólo nos queda imaginar cuántos misterios arqueológicos se encuentran repartidos por la región, en este caso hablamos de los incas, pero son múltiples culturas las que han habitado el territorio con sus distintas cosmovisiones de lo sagrado.

Te invitamos a reflexionar sobre esos lugares considerados sagrados por otras culturas y que ahora pueden estar esperando transformarse en otra cosa, alejada de lo ancestral y la vida. Tal como sucedió con la Isla Guacolda.

Parte del volcán Siete Hermanas visto desde el Salar de Maricunga.

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