Editorial

Revista Tierra Culta

Revista Tierra Culta

La música del sacrificio, el Valle de Copiapó y una repasada de los sonidos de la devastación

Me ofrecí para apoyar animando un evento llamado Carnaval Andino en la localidad de Los Loros. Esta se ubica varios kilómetros hacia la cordillera arriba en el Valle de Copiapó. Nos vamos en una micro de dudosa calidad, de la empresa Casther. Se van subiendo los invitados que van desde Copiapó y uno de los integrantes de la dupla Servicio País que lidera la organización del evento. Son los músicos de una banda llamada Wayna Marka, que tocan música andina. Carnaval Andino, igual es un nombre un poco pretencioso para la actividad. Uno se imagina un carnaval gigantesco.

Recuerdo la novela Sara Chura, que describe un caótico carnaval boliviano del que un inventor loco paceño crea una maqueta que sólo muestra lo que pasa en el día. Cuando fui a Bolivia, no vi el carnaval de Oruro, pero sí el “ensayo”. Podríamos decir que una simulación, como la maqueta. Un poco eso es lo que trata de hacer la movida andina atacameña. En estricto rigor los carnavales andinos son del altiplano y la zona más cordillerana del norte grande. El Alto Loa, Pica, San Pedro de Atacama, territorios que tenía relación con el antiguo país del Alto Perú, territorio inca y aymara. Pero el Valle de Copiapó siempre está en una suerte de frontera. Le cantamos un ideal. Ese donde el Valle Seguiría siendo Fértil, y donde sin querer terminamos adorando a la tierra, a la Pacha.

Ejemplo de ello es la banda cumbianchera Walitroque, una de las más conocidas que se fue de gira a Francia el año pasado, incorpora en su ficha técnica amplificación para el charango y zampoñas para cantarle más de una canción a la Virgen de la Candelaria, la que viene a ser el  símbolo del sincretismo católico-andino del Valle de Copiapó. Le cantamos a una idea de valle que está totalmente fuera de lugar. Seguimos subiendo en la micro al salir ya de la ciudad nos encontramos con Paipote, una fundición industrial de ENAMI, que a diferencia de Ventanas que fue cerrada por contaminante, acá las autoridades aplauden que se construya una nueva en el mismo lugar. Una zona urbana.

En una canción de Agua Santa, una banda de cumbia de Coquimbo que relata en su canción un viaje desde Coquimbo hasta Tierra Amarilla: “voy pasando por Paipote, admiro sus maravillas”, dice la canción. Esto me recuerda la visión que la gente de la zona tenía del desarrollo industrial por esos años 70’s-80’s. Veían como progreso cualquier actividad que se fuera a instalar. En este caso la Fundición Hernán Videla Lira, más conocida como la Fundi Paipote, era muy popular y sigue siendo muy querida entre muchos habitantes de la zona. Entrar a trabajar ahí, por los beneficios económicos era la panacea. Sin embargo, la gente allí muere joven. Mi abuelo murió de cáncer al pulmón a los 59 años. Lo que emana de esa chimenea que corona esta zona del valle, es Anhídrido sulfúrico, plomo y otros gases que se mezclan con la niebla de la camanchaca y provocan una niebla ácida. Esto claro, no lo reflejan mucho las canciones. Total, hay que sobrevivir, las canciones ayudan a eso.

Ya pasamos la ruta que une con Tierra Amarilla, distante apenas 30 minutos de Copiapó. La comuna minera, “ciudad nortina” como dice Agua Santa. Allí está el horrendo socavón. La frase “las mineras dejan el hoy y se van sin aportar nada”, que es recurrente en la población de Atacama, nunca había tomado tanta fuerza y se había materializado tan literalmente como en este caso. El enorme cráter de circunferencia casi perfecta, se generó por la sobre explotación de Alcaparrosa, una empresa minera subsidiaria de Candelaria. Sí, la minera que tiene el mismo nombre de la Pacha. En realidad es por Candelaria Goyenechea, mujer industrial que movió recursos de las mineras de plata copiapinas para iniciar la industrialización del carbón en Lata. Pero, en la práctica, terminaron generando algo muy confuso con la “chinina”, como se le dice popularmente a la virgen del valle. El meme “Cuando visitas Canadá. Cuando Canadá te visita”, queda bastante preciso. El río se ve seco, porque el cauce superficial resurge sólo si sueltan excedentes los regantes río arriba. Acá el río subterráneo. Otra canción, pero metalera: “Suelo seco” de Mal de Pampa. Una banda que inspirada en los Jaivas mezcló también el sonido del folclore andino con el rock más duro. “Es como un cáncer en medio de un hueso/deja el hoy y no tiene regreso”, dice la voz del vocalista Salim Elal, descendiente libanés que dio vida a la primera etapa de la banda. Es el soundtrack de subida al valle donde la micro ya cruza Tierra Amarilla. Más de 10 faenas mineras colindan con la ciudad, levantan polución, usan el agua de la cuenca, sueltan lucas para algunas cositas. 3 de los últimos 5 alcaldes han sido condenados por corrupción. Algo de esto trató d contar Germán Marín en su novela “Tierra Amarilla”, donde un periodista conoce la realidad local luego de llegar buscando testimonios del Chupacabras. Recordé que hacía referencia el 2012, a algo que no se deja de hablar hoy: “acostumbraba concurrir a la shopería Las Rosas a conversar con los parroquianos, gracias a quienes me ponía al tanto de sucesos de la jornada, casi siempre poco relevantes, como el derrumbe de un socavón provocado en la mina Candelaria”. ¿Qué cosas no?

Subir al valle es toda una experiencia. No sé si buena. Durante el verano es más sencillo encontrar locomoción porque aumenta la población el territorio gracias a la presencia de parroneros y parroneras. Gente que viaja desde el Sur de Chile, pero también de Perú y Bolivia, para cosechar. Lejos la canción más famosa es de Hechizo, banda ovallina: “la temporera vino del sur, y allá en su tierra lejana, llora un niño que la extraña”. Actualmente se ven muchas personas de Colombia y Venezuela, pero generalmente más enfocados a servicios. De hecho el chofer del microbús conversa con su acento caribeño junto a un señor un poco borracho que se supone que habla en un chileno poco modulado.

Si hay una banda que relata todos estos viajes es El Teniente Juan, banda de glam rock: “los buses ya se fueron. Amolanas, Manflas voy…”; todas sus letras cuentan historias y relatan paisajes del valle. Packing Desastre, por ejemplo, relata una mocha en uno de los centros de empaquetado de uva de mesa. De fondo una cumbia y paf! Luego el sonido atronador medio Guns’n Roses y medio Motorhead que caracteriza a esta banda. Zombie Nantoco, otro tema raro, hace alusión a unos rituales para revivir zombies a medio camino entre Tierra Amarilla y Los Loros. También una muestra del imaginario idealizado del valle que pervive en mucha población está en el tema que dice “Yo quiero a Amolanas, yo quiero a Amolanas, donde la sombra es más fresca con un viejo amor”.

Seguimos en la micro, lo vuelvo a decir, porque el viaje es verdaderamente largo. Pasamos por un campo experimental de cultivos de la Universidad de Chile que tiene acá investigaciones agropecuarias con el GEA, Grupo de Estudios del Agua. “Hola! Yo también estudio ahí un diplomado”, digo y más arriba pasamos por la casa de Jotabeche. Aquí hago un alto porque si uno pone jotabeche en google te sale el templo evangélico. Pero Jotabeche es nada más y nada menos que un cronista copiapino que incursionó en el humor. De un extracto social muy pobre, logró ascender tuvo éxito en los negocios, se metió en la política y pasó de ser un sujeto popular a un represor de la primera huelga obrera de Chile, que se dio por parte de los trabajadores de Chañarcillo que se levantaron rebeldía contra los patrones y Jotabeche hizo todo para reprimir esa movilización. Valentin Letelier, se refirió a él como el primer humorista de Chile. De él nadie ha hecho una canción, pero sus crónicas están en memoriachilena.cl

De fondo suena El Jordan 23 con Te sako la Cuarenta. Lo escucha una familia demasiado joven para mi estándar de adulto que no quiere tener hijos. Los papás tienen menos de 25 y varios niños y una bebé. El Valle de Copiapó tiene una tasa de embarazos adolescentes. También altas tazas de analfabetismo, consumo problemático de drogas y alcohol, altas tazas de violencia doméstica y una serie de problemáticas sociales. Más allá de la contaminación, existe también un abandono de parte del Estado y los servicios más elementales. Tanto así, que hasta hace 10 años atrás cosas elementales como gestionar una farmacia o un cajero automático para la ciudad de Tierra Amarilla. Dentro del valle, qué decir. Es más complejo aún. Atravesamos las parras, el monocultivo de uva de mesa para exportación, llegó en los 80’s. Antes el Valle lograba sustentar muy bien los requerimientos de alimentación de la población. Desde la intensificación el monocultivo de uva, es difícil encontrar repollos o lechugas en los almacenes de los pueblitos de la zona, aquí en una zona agrícola y rural. El Río Copiapó se ha convertido en uvas que se van a Estados Unidos y en insumo para la producción minera. En el caso de los prados verdes de parras, hay un poema de Vicente Rivera (autor de “Relave: material particulado”) describe esto perfectamente: “te hemos olvidado/te cambiamos por unas cuantas chauchas/ por votos y tranzas legislativas / por sistemas de regadío de alta tecnología / para bordar con parras los oscuros límites de la ambición humana”. Sería bueno escuchar ese tema. Soy amigo de Vicente, y una vez me decía que le gustaría hacer algo con Pablito Chill-e. Espero un día poder promover dicha colaboración.

Seguimos en ruta. Es que de verdad es harto, rato y ni siquiera hemos salido de la provincia. Apenas dos comunas. Ya el ambiente es 100% rural, pasan las parcelas, se ven los camiones de la minera Caserones, y nos adentramos en el valle profundo.

En la zona, como decía antes, se extendió mucho la onda andina. Bandas como Las Chupilcas, incluyen también vientos de propios del altiplano, pero mezclados con rap. Una particularidad de la zona que hizo a Wanako Banda tomar referencias más del rock y el pop, para sincronizar un estilo muy original que mete violines, kenas, charango, bombo andino, con una voz más propia del pop y guitarras. Ellos estrenaron este año un video que da cuenta del Valle de Copiapó, con su tema “Kasmasquil”, el cual habría sido la denominación en Aymara de la actual localidad de Los Loros. En el video se relata la substancia de una persona que llega buscando suerte en esta zona, junto a un amigo van a robar pasas. Las uvas que no se van a exportación se dejan secando en los predios. “Puta que hay latifundio pa’cá en los loros miles de hectáreas verdes pa unos pocos. Es que hay que sobrevivir y de aquí justicia poco”. Canción que además hace alusión a uno de los principales problemas de la localidad: “Que te gastaste todo fumando pasta”, se interpela al protagonista del video.

Por fin llegamos a Los Loros. En el set de bandas junto con Wayna Marka, toca también “Pueblo entre Montañas”, otra agrupación que cultiva el estilo andino. Pero el más importante de la jornada, es Kasmasquil, la banda andina propiamente de Los Loros. El escenario para las bandas está acompañado de una pequeña feria de emprendedores locales. Los productos que hay son de una señora que hace sus tejidos, una señora que vende roscas, una señora que vende plantitas suculentas y una señora que tiene exquisita oferta de churrascas con pebre y empanadas tucumanas.

Nos coordinamos con la dupla Servicio País. Decidimos esperar a que llegue gente. Van pasando las horas. No llega mucha gente. Los chicos que trabajan en la fundación se movieron las últimas dos semanas haciendo promo en la radio, buscando a los líderes de las organizaciones, movieron redes sociales, pusieron afiches en los negocios, pero no llega mucha gente. Además, en pueblo que está aún más arriba en el valle hay otro evento grande, en San Antonio. En la parte baja del valle, yendo hacia la comuna costera de Caldera, está además una fiesta costumbrista que reúne a la comunidad campesina de la Hacienda San Pedro, con los nuevos vecinos que han llegado a poblar las laderas de los cerros desérticos: una comunidad colla, una comunidad diaguita y una comunidad rastafari, que se hicieron famosos una vez porque los apoyó el Cogollo Larraín en unos videos.

Cuando sube Kamasquil al escenario dan luces del nivel alto que tienen. Su vocalista, un lorino de toda la vida convocó a muchas más bandas. Kamasquil significaría gobernador, y haría alusión a la jefatura del valle en esa zona. Un mundo perdido en las conversaciones. Ya no se sabe exactamente qué idioma se hablaba en la zona antes de que los incas y los aymara a través del comercio y la conquista hicieran que se hablara más las lenguas altoandinas, y más aún con la llegada de los españoles que cambiaron el régimen lingüístico de la zona. No quedaron las palabras, pero sí un sonido. Uno que hasta el día de hoy sobrevive, como un fonema perdido que cada año en Los Loros revive cerca del solsticio de invierno y que en Copiapó revive para la fiesta de la Candelaria. El pitido de la flauta de los Bailes Chinos. Uno, que como han descubierto arqueólogos y arqueólogas, data de tiempos preincaicos. Un sonido de trance, que cuando se escucha se entiende que nos melodía sino pura vibración. Y ese sonido, que le canta a la Pacha, no es una idealización, como las construcciones de canciones y música que se realizan hoy. Ese sonido profundo convoca la fé y lo sacro de la zona. En contraposición, la tronadura minera, que rompe la tierra. La música local es un poco de ambas. En el Carnaval Andino, que no tuvo mucho de carnaval, pero sí de comunidad, se intenta hacer un poco el esfuerzo de repensar y tratar de decir “aquí estamos, así estamos, así somos”. Al terminar la jornada desarmamos la amplificación, el único funcionario municipal encargado de la misma va acompañado de su madre. Su mamá, una señora que bordea los 60, me explica de lo orgullosa que está de su hijo, y que ella donde puede lo ayuda. Me cuenta que forró con espuma aislante una habitación, junta dinero y compra equipos de grabación, para hacer funcionar el primer estudio de música de Tierra Amarilla. Me alegra escuchar eso. Me alegra escuchar música por este Valle encajonado. Acá no llegan ni los vinilos de Lastarria, ni las entradas para el Primavera Fauna, ni Sin Barret se vino para acá; pero un discurso de disidencia y resistencia surge de la mano de guitarras y zampoñas, que Aliadas aquí hacen un extraño soundtrack del extenuado Valle de Copiapó. Podría contar el regreso, pero no pasan casi micros.

Compartir

Scroll al inicio